Si existen o no distintos tipos de feminismo es una pregunta que se formula a menudo en el ámbito del movimiento feminista y también fuera de él. En algunos ambientes podemos leer y escuchar hablar del término “feminismos” como queriendo dejar implícito que no hay una única caracterización del feminismo sino que existen multitudes de posicionamientos que no tienen por qué coincidir.

Esta posición es rechazada frontalmente por muchas integrantes del movimiento feminista. Una de las razones que llevan a quienes afirman que existe “un sólo feminismo” a criticar a quienes usan de este modo el término “feminismos” es que encuentran que muchas de estas mismas personas sostienen cosas muy alejadas de ciertos planteamientos feministas básicos.

La agenda feminista

    Algunas de estas feministas sostienen la postura de que el feminismo tiene una “agenda” concreta, marcada por reivindicaciones que parecerían haber tenido una continuidad en la historia del feminismo. Para comprobar que existe esta continuidad tendríamos que pararnos a analizar dónde comienza esa “historia del feminismo” y qué curso ha seguido, cuestión algo disputada.

    También se habla de distintas agendas en distintos momentos históricos, como si naciesen del momento político o de las distintas “olas feministas”, pero en este caso surgen otras preguntas: ¿quién establece y cómo la agenda feminista?, ¿basta con que una reivindicación se haga durante el periodo de una “ola” feminista para que pase a formar parte de la agenda feminista de ese momento?, ¿cómo reconocer qué ha sido parte de la agenda histórica y qué no si en el mismo seno del feminismo existen debates, conflictos y entrismo?

    Si se afirma, como muchas hacen, que “feminista es quien defiende la agenda feminista” nos encontraríamos con una definición circular, ya que la propia agenda tendría que haber sido previamente definida por las feministas como movimiento. Por ese motivo, y por otros, en este artículo cuestionaremos que este sea el criterio válido para definir el feminismo, ya que resulta un recurso un tanto ambiguo y tiene el riesgo de ser arbitrario.

    ¿Feminismo ilustrado? 

      Las mujeres que hablan de esta “agenda” suelen ser integrantes o seguidoras de cierto “feminismo español” que a veces se hace llamar a sí mismo “feminismo filosófico“, aquel que se basa principalmente en la teoría y el canon establecidos por Celia Amorós. Esta autora situaba el inicio del feminismo en el paso de los “memoriales de agravios”, característicos de la baja edad media y el Renacimiento, a las “vindicaciones feministas”, que ocurrirían en el contexto de la Ilustración. Los memoriales de agravios serían quejas invocadas por las mujeres sobre el mal trato que recibían por parte de los hombres pero sin cuestionar el lugar que les guardaban en el sistema; por el contrario, las vindicaciones constituyen una crítica a las bases del sistema al reivindicar el reconocimiento de las mujeres como sujetos racionales y políticos.

      Amelia Valcárcel, quizá la principal promotora de hablar de “la agenda feminista” en nuestro país, va más allá, estableciendo el feminismo como marcadamente ilustrado e incluso identificando esa supuesta agenda que llegaría hasta nuestros días con los valores ilustrados.

      Feminismo liberal, feminismo socialista, feminismo radical… 

        El feminismo que se desarrollaría en la ilustración, según Amorós, estaría definido por la filosofía moderna teorizada por los hombres en la que se es capaz de concebir un sujeto racional universal que también debería cubrir a las mujeres. Éste se convertiría en la base del sujeto político moderno, según las teorías del contrato social. Pero la crítica feminista a la aspiración política a la universalidad o a las estructuras patriarcales que subyacen en las teorías del contrato social (que podemos encontrar en autoras como Marilyn Frye y Victoria Sendón) nos deja ver cómo los valores ilustrados no son capaces de contener todos los análisis y posturas del feminismo.

        Del pensamiento ilustrado surgió también el movimiento liberal, del que se nutrió otra gran parte del feminismo. En Reino Unido podemos encontrar históricamente la cercanía de las sufragistas con el partido liberal, que acabaría traicionando su confianza y no otorgándoles el voto cuando subió al poder.
        De manera similar surgió, movido por preocupaciones que el liberalismo (centrado en la libertad individual) ignoraba, un feminismo basado en los principios socialistas.

        Como explicamos en la anterior entrada de nuestro blog, “¿Qué es el feminismo radical?”, tanto el feminismo liberal como el feminismo socialista se distinguen del feminismo radical. El feminismo radical deja a un lado las bases teóricas y prácticas del liberalismo y el socialismo y busca crear su propio movimiento de liberación de las mujeres. Amorós también caracteriza al feminismo de la ilustración y al sufragismo de resignificar las categorías de análisis estructural creadas por los hombres en sus distintos movimientos. El feminismo radical busca romper con esto y generar sus propias categorías. No podríamos afirmar que el feminismo radical, con su cambio de concepción de la política y sus críticas innovadoras sobre la división artificiosa de lo público y lo privado pueda considerarse parte de un pensamiento ilustrado. En el feminismo radical encontramos además sendas críticas al racionalismo que caracterizó la Ilustración.

        ¿Podemos afirmar entonces que son un mismo feminismo?

        Seguiremos indagando en esta cuestión en la segunda parte de este texto.

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